Y si, ya decíamos tiempo atrás que al iniciar el post parto y puerperio, nos reconocemos también en ese
lado oscuro en la maternidad, ese lugar que nos conecta con dolores de nuestra niñez, del pasado, del presente e incluso del futuro! el puerperio es
una transformación profunda en la psique de la mujer. Y ya que hemos nombrado lo que nos pasa a todas en el artículo anterior, nos vamos ahora a la etapa de su término (si es que realmente lo tiene…).
Alrededor de los dos años, dos años y medio, se dice que comienza sutilmente a separarse la diada mamábebe fusionada hasta ese entonces en una simbiótica danza de emociones, encuentros y aprendizajes. Pero, ¿Cómo es eso de que nos vamos separando? Algunas mamás cuando se enteran de ésto corren despavoridas a abrazar a sus retoños, otras, suspiran aliviadas (diálogo interno: «ufff, no estoy loca» o su versión más clásica «Ya no me siento tan culpable»).
¿Que nos pasa ya entrado el puerperio, en nosotras?
Durante los primeros meses, sabemos que todavía nos cuesta aclimatarnos a veces, que estamos en pleno proceso emocional y hormonal.
El puerperio nos desarma, nos agarra, nos mete a una licuadora y nos saca. Nos volvemos a armar. Luego nos agarra un ventarrón y nos despeina… nos volvemos a armar. Nos pasa de todo no? Y es que con lo que nos significa emocionalmente este periodo en nuestras vidas, es muy fácil sentirse sola e incomprendida en el puerperio. Esto producto del tipo de sociedad en la cual vivimos, donde no hay un real conocimiento ni saludable manejo a nivel social, de las necesidades propias de la madre y del recién nacido. Se invisibilizan las necesidades de la diada, se exige lo in-exigible, se aisla, cuando uno más necesita
estar acompañada, y sobretodo de otras como yo, de otras que yo sé y siento que sí me entienden a la perfección.
Al ser éste un proceso de transformación en la estructura de la identidad de la mujer, es usual que un día me sienta culpable, al otro no me quiera separar de mi hijx, al otro día quiera retomar los estudios en la Universidad, y por la tarde me sobreexijo por haberme quedado dormida en la cama cuando podría haber ocupado ese tiempo haciendo el aseo! y etc. ¿Por qué? Porque más allá del puerperio, el maternaje, la crianza, etc, etc. además de todo eso, somos MUJERES y las mujeres somos CÍCLICAS. Tú también, si tú, la que crees que eres igual de estable emocionalmente, igual de creativa, igual de lujuriosa los 30 días del mes.
A medida que el tiempo avanza, uno ya hace proezas que son dignas de admiración entre nuestras congéneres, nos vamos sintiendo cómodas nuevamente en nuestra nueva piel, nos pasa que podemos leer con mayor detalle y algunas veces casi a nivel de clarividente, lo que les pasa a nuestros hijos. Pasa también que en ésta comodidad tenemos todo perfectamente organizado, milímetro a milímetro, o para algunas la misma desorganización y caos, toma un ritmo regular… la vida se hace un poco más predecible en cuanto a ser mamá.
Ya hemos lidiado con alguno que otro resfrío, a los dos años ya la mayoría a vivido alguna fiebre, alguna caída, algún virus con nombre de entero o de medio, pero que de joden, joden!. En fín… ya cercanas o viviendo los dos años de nuestros niños la vida está mucho más armada, y no hablo del tema laboral, eso es muy majadero, hablo de LA VIDA, la vida de pareja, de mamá soltera, de amistades, de encuentro con una misma, de actividades, de todo, LA VIDA!. Pero ahí cuando el mar pareciera estar quieto nuevamente, la maternidad nuevamente nos da más oportunidades de crecimiento personal. Bendita maternidad!
El fin del puerperio, lo que vivimos las mamás
Estemos o no estemos trabajando, solteras, casadas, jóvenes, maduras, primigestas, multíparas…..el comienzo del fin del puerperio nos toca a todas… son señales sutiles, y pueden pasar meses sin que hagamos necesariamente algo al respecto. Y es que en esa misma etapa, parten muchas de las presiones sociales que nos hacen dudar de nosotras mismas e incluso vivir un falso fin del puerperio… es importante, como decía en el artículo anterior, nombrar lo que no se nombra, sacar los tabúes al sol y verlos con la naturalidad que todo proceso del ser humano merece. Por tanto bajo esa premisa, la presión social de «volver a la vida que tenías antes» es lejos lo más amenazante para un cierre saludable de un puerperio que te cambió para siempre.
Es muy importante saber que vamos a retomar, tarde o temprano, muchas de las actividades que hacíamos antes. Pero no todas necesariamente, y no las mismas, necesariamente, y no al ritmo y tiempos que los otros me dicten. Dicho esto, vivir para los demás se hace muy frecuente en estos tiempos, llenos de compromisos de mostrar una maternidad impecable en redes sociales, donde la autoimagen de mujer y madre exitosa en todas sus esferas es sinónimo de asegurarse la validación del resto (si si, todos necesitamos validación). Si ya nos metimos en esa cuevita que se ve muy bonita, pues, puedes salir de ahí cuando gustes. Para eso, hay que hacernos 100% cargo de nosotras mismas. Ahí está la letra chica.
Diferenciar lo que me está pasando a mí en este proceso de finalización del puerperio, de lo que «se supone que tengo que hacer» es crucial. Cuando el puerperio comienza a decantar lo sentimos desde adentro, es el mismo útero que albergó a tus hijos, el que ahora te dice que es tiempo de volver a salir a bailar de noche, a atreverse a usar una cartera chica, a tomar unas clases de crochet, a salir todo un fin de semana en pareja solitos los dos a pololear, a querer simplemente salir un rato sola mientras tus hijos están a cargo de otra persona… sólo porque sí, sólo porque ahora el cordón emocional que los une está cada vez más largo.
Cuando comenzamos a experimentar pequeños deseos de cierto tiempo sólo para nosotras, o más tiempo en pareja, o en definitiva, sutiles o no tan sutiles diferencias de apego físico/emocional a nuestros hijos; nos pasa que comienzan a activarse ciertos mandatos y patrones que es importante tenerlos conscientes y a raya.
El mandato base de cualquier madre, son las expectativas de ser una «buena mamá». Y este mandato de alguna u otra forma, siempre va a estar. Lo que hay que hacer con eso no es pelearse ni frustrarse, sino autoindagar en qué características tiene esa «buena mamá» para MI.
Tómate unos minutos cuando te vayas a acostar para recordar qué cosas sucedieron durante el día que muestren las expectativas que tienes de tí misma como mamá. Las expectativas muchas veces son inconscientes y corresponden no sólo a lo que esperas de tí misma producto de tus vivencias, sino además de las herencias de tus linajes familiares, lo que espera e impone la sociedad de lo que es ser una mamá «suficientemente buena», lo que heredamos de todas las mujeres que han parido previo a nosotras en esta tierra, etc, etc.
No nos abrumemos, lo que importa no es lo que encontremos en nuestro subconsciente, sino lo que hagamos con esta información. Conocernos nos empodera y nos permite tomar decisiones que no teníamos previstas, decisiones que estaban ahí, sólo que no teníamos esa información. Cuando uno hace ese trabajo de manera más consciente y frecuente, la autoexigencia y las culpas van cayendo como máscaras que no me dejaban conectarme con mi verdadera esencia. Y si de algo se trata el puerperio, es de conectarse con nuestra esencia. Somos lo que somos sin más ni menos. Amarse con todas esas heridas que salen a flote y todos esos recursos y virtudes que florecieron o se fortalecieron en éste período es una manera de potenciar aún más el vital encuentro con nuestro verdadero yo, lo que nos lleva a ser más íntegras, auténticas, despojadas del deber ser, del agradar, de la sumisión, de los malos tratos…
Es tan vital que el fin del puerperio ocurra de ésta manera, natural, clara, dinámica, sincera… ya que al ir integrando todo este peregrinaje por el lado oscuro de mis lunas y los parajes verdosos que descubrí en ésta etapa; logro traspasar todo ese autoconocimiento y plasmarlo en el hacer concreto con mis hijos. No aparento, no me autoimpongo, no funciono desde el debo y el tengo. Funciono desde las responsabilidades propias de la función materna y otras más, pero me muevo desde la sinceridad, la transparencia y la autenticidad conmigo misma. Si eso es lo que siento, es por ende lo que proyecto. Cuando se proyecta mi hijo/a lo vé, lo integra como algo natural, propio de cualquier proceso humano, y a su vez te sigue mostrando lo que le pasa, lo que siente… y con eso vuelves a obtener información de él/ella, vuelves a pasarla por el corazón y sigues actuando desde ahí, con la mente clara, al servicio del corazón puérpero que siempre estará latiendo.
La relación se transforma, muta, cambia. Atreverse a dar pequeños pasos siempre atenta a cómo va evolucionando la diada es mágico, te permite ir regulando, afinando detalles, apretando una tuerca por aquí, soltando un poco por allá…. la denominada «danza» sigue (Goldstein, Larraín, N., Lecannelier, F. & Pollak, D., 2008) sólo que se perfecciona el baile y se aprenden nuevos pasos.
¿Qué es lo que pasa en la diada al fin del puerperio?
Nuestro hijo/a que desde que nació hasta ahora, básicamente existe o mejor dicho «es» gracias a sostenerse en el espacio emocional del otro, de ese cuidador/a que ha estado con él/ella desde que nació, idealmente la madre. Nosotras, le proporcionamos literalmente, nuestro territorio emocional, para que poco a poco a medida que crece y su cerebro va madurando, la capacidad de empezar a autogestionar su propio territorio emocional, su propia identidad, su propio centro de poder personal. Nosotras ponemos todo el cuerpo, la mente, el alma, el instinto y más!, al servicio del bebé, para que éste subsista, se desarrolle, qué magia!. El vínculo con ellos entonces, es más que cercanía física y supervivencia, es lo que le da la referencia de cómo ser, ya que les estamos brindando la base para el
desarrollo de su identidad.
El niño/niña en definitiva, conoce el mundo a través de la madre. Y a medida que crece y desarrolla su identidad, nace el
«si mismo», junto con un proceso intenso de exploración e independencia que son los llamados «terribles dos años». Justo en ésta etapa comienza el fin del puerperio, justo cuando ellos en pleno desarrollo del sí mismo, se pueden tornar más obstinados en su autonomía, más agresivos, pero aún dependientes. Aún nos necesitan, sólo que de otra manera. Cada uno en sus fluctuaciones y cambios emocionales. ¿Es un procesón no? Nos lleva a estar atentas y alertas, no sólo de ellos sino de nosotras mismas y lo que nos pasa con esta transición, donde finalmente el desafío es múltiple: lidiar con sus esbozos de independencia, sosteniendo con amor y respeto, por su etapa evolutiva, una mayor puesta de límites amorosos y contenedores, y la guinda de la torta: nuestros propios procesos de soltar un poco a nuestros hijos -como cuando un árbol suelta el fruto ya maduro- , dejar que «sean» que se vinculen con otros, que exploren con el cordón umbilical un poco más suelto, y fluir en la transformación de la diada, volver a encontrarnos con nosotras en mayor profundidad luego de este quiebre y re-estructuración de nuestra propia personalidad.
Lo mágico de este proceso es que no es autoimpuesto o impuesto por la sociedad, como lo es entrar nuevamente a trabajar, o ingresar a la sala cuna o jardín infantil. Esto es una dinámica del desarrollo del «YO» que es propia de nuestra especie y que genera un cambio en el niño consigo mismo, en la madre consigo misma y por ende la dinámica entre ellos dos. El «tu», el «yo» y el «nosotros» se transforma.
Miremos este nuevo ajuste como la gran oportunidad que es de transformarnos y afianzar aún más la relación, fortalecer y/o mejorar la calidad de nuestro apego en este momento tan importante para ellos que es sus primeros pasos como «Yo» individual… permitamos el fluir de esos tira y afloja que estarán funcionando durante varios meses, permitámonos retomar los pendientes que dejamos cuando entramos al puerperio. No tengamos miedo de retomar. Hoy somos más fuertes, más maduras, más intensas… esa intensidad de volver a sentir todo como cuando niñas que nos brindó la maternidad y el amor incondicional que nació el segundo en que nuestro bebé salió de nosotras mismas, como una extensión de nuestro corazón, y que ahora comienza a caminar con su andar propio. Hoy somos una reconstrucción de nosotras mismas, con nuestra vulnerabilidad más consciente y nuestras virtudes más trabajadas. Si necesitamos compañía, pidámosla, si necesitamos poner límites, hagámoslo con respeto, si queremos un abrazo, pidámoslo! Necesitamos transparentar nuestra condición humana, y dejar atrás el flaco favor que nos ha hecho la sociedad de poner como tendencia aceptable, a la superwoman. Te invito a abrazarte, a abrazar a tu hijx y seguir caminando juntos en este sendero lleno de parajes y caminos paralelos llamado Maternidad.
Buen viaje al fin del puerperio!