«Para criar a un niño hace falta una tribu entera» Proverbio Africano
Hacer tribu, sana, y sana de tantas maneras….
Si no te lo han dicho estando en pleno embarazo, o puerperio…te lo digo yo ahora, mientras experimento mi propia maternidad… maternar acompañada es el mejor regalo que le puedes hacer a tu alma de mujer transformada desde sus entrañas junto al nacimiento de tu hijx.
Cuando maternamos acompañadas por otras mujeres madres, crecemos todas… desde lo más superficial que es pasar una tarde entretenida, salir de alguna duda con respecto a la crianza… hasta sanar linajes, lealtades ancestrales, sanar al género femenino y sanar tu relación con la maternidad. Ya no tenemos una sola mirada de lo que nos genera conflictos, tenemos 8 distintas.
A veces nos ayuda a ver nuestros problemas desde una dimensión más amorosa, menos «exagerada», hormonal. Otras cuantas veces, la tribu nos impulsa a poner límites, auto cuidarnos y hacer cambios.
Pero, que significa Tribu? Del latín tribus, una tribu es un grupo social cuyos integrantes comparten un mismo origen, así como ciertas costumbres y tradiciones. El concepto permite nombrar a las agrupaciones formadas por algunos pueblos antiguos o primitivos.
Por lo tanto hacer tribu, simboliza la crianza acompañada por otras mujeres madres, con temas en común, cultura similar y/o complementaria a la mía, que me nutre y aporta en todo tipo de ámbitos y me impulsan a mi desarrollo como persona, mujer y principalmente madre, al estar criando juntas.
Las tribus urbanas comienzan a re-nacer en el siglo XX, con la necesidad de volver a los orígenes de los beneficios emocionales y mentales para la salud de la madre, el bebe y por lo tanto, de la sociedad (como futuros adultos). Las tribus originarias de África, Kenia, etc. han ido mostrándonos a través de sus costumbres, cómo y en qué nos puede beneficiar criar en compañía, lo que a la vez, nos genera menor probabilidad de depresión postparto en un 60% e induce favorablemente a mayor contacto, vinculo y cariños hacia el recién nacido. Por ejemplo para los Kipsigis de Kenia, los niños duermen con las madres y se les lleva a la espalda casi todo el día, con eso se elimina el problema de las siestas en los bebes de 0 a 6 meses que generalmente tienden a no querer dormir si no es en brazos, o duermen muy poco en la cuna.
Dice el proverbio africano que “Para criar a un hijo hace falta toda la tribu”, pero en Occidente nos hemos quedado sin ella. Ha desaparecido ese clan que hasta no hace tanto tiempo apoyaba la crianza: las mujeres de la familia, los hermanos mayores, incluso las vecinas. Cómo hemos lidiado con eso? la sociedad poco a poco nos pone cada vez mas expertos en todo tipo de vicisitudes que implica la crianza, donde hay que hacerle caso a éste o a éste otro… alejándonos también cada vez más de nuestros instintos y capacidad de reflexión e introspección que se genera en la crianza acompañada por otras mujeres madres.
Cada mujer hace lo mejor que puede siendo madre, con los recursos e información que tiene, con lo que ella misma vivió como hija y el ejemplo de madre que eligió en esta vida. Yo soy de la idea que nosotros elegimos a nuestros padres, que cuando decidimos encarnar, elegimos quienes serán nuestros guías en este trozo de camino llamado vida… para luego trascender a otros planos y seguir aprendiendo, y seguir encarnando, y así. Pero esa soy yo… no pretendo convencer a nadie ni menos tener razón, solo es lo que a MI me hace sentido…
Más allá del tema de elegir a los padres, creamos en eso o no, llega el momento de ser madre, y comienzan a salir todas aquellas vivencias conscientes e inconscientes con nuestras propias niñas internas y nuestra relación con nuestras madres. Repetimos patrones automáticos, inconscientes… a veces, hacemos todo lo contrario para enmendar sus errores hacia nosotras, con nuestros hijos; otras, tratamos de criar parecido, porque es nuestra referente… y algunas toman cosas de mamá y otras no las toman… tratando de equilibrar constantemente. Hay tanta diversidad para vivir la maternidad como colores en el firmamento.
En ese constante fluir de búsqueda de equilibrio, de búsqueda de mi propia y singular maternidad… una mano amiga, una tribu, una mujer sintiendo el destello hormonal a mil por hora, puede ser nuestra mejor aliada para no volvernos locas a ratos.
– «Te juro que hoy la Fran me colapsó, no sabía que más hacer para hacerla dormir, que no pude…pero anda tan inquieta! no se que le pasa» y varias voces al unísono: Ceci, tranquila! me pasa igual! – Ceci yo hago esto a veces con la Jóse y me resulta – Ceci es normal, no eres superwoman, permítete ser imperfecta, haces lo mejor que puedes. Mientras llega una taza de té de jazmín a sus manos…
Y Ceci (ya te habrás dado cuenta que Ceci somos todas) siente como si algo se desinflara dentro de ella… y descansa, decanta, se siente escuchada, «normal», aceptada.
La tribu sana, la tribu te entrega infinidad de herramientas para salir airosa de las dificultades de la cotidianeidad, de los momentos difíciles de la crianza, de las relaciones de pareja luego de ser papás, de las dificultades de criar sola, de las molestias con la familia de mi marido, de las molestias con mi propia familia de origen…
Los niños ciertamente se benefician mucho, ya que son esos primeros contactos con los otros, los que generan la particular impronta de sociabilidad que va a ir desarrollando a largo de su vida. Los niños poco a poco, a medida que crecen, comienzan a imitar las conductas de sus figuras de apego, por lo tanto van a sociabilizar mas menos de la misma manera en como han aprendido que sociabilizan los padres. Al aprender por el ejemplo, resulta clave que si la madre cría acompañada por otras madres,en un contexto contenedor y nutricio, el posible trato que el niño o niña aprenda, será una manera con mayor probabilidad de fluidez y comodidad ante las relaciones interpersonales, que las de una mujer que materna sola y/o con pocas personas con las que quizás no se siente cómoda del todo.
Cuando maternamos acompañadas empezamos a mirarnos todas de una manera distinta. Nos miramos a nosotras mismas y a las demás como mujeres fuertes y valientes, independiente de las vivencias de cada una, todas somos iguales. En ese patio lleno de juguetes desparramados e hijos jugando… somos todas lo mismo. Aprendemos a pedir ayuda, a salir del síndrome de supwerwoman instaurado en la sociedad moderna y vernos como seres humanos perfectamente imperfectos. A veces pedimos ayuda explicita, a veces, la ayuda llega con solo pegarle una mirada a mis amigas madres… y uf! uf! que sanador es eso también.
Necesitamos compañía, está en nuestro ADN, en nuestra memoria ancestral. Hay millones de años de historia humana en donde las mujeres madres maternamos en tribu… y solo pocos siglos en donde de a poco, la sociedad comenzó a crear cada vez más distancia entre nosotras, lejanía, murallas de separación entre madres. Murallas reales y metafóricas, murallas al fin y al cabo.
Es cosa de ver la evolución de la especie para comprender el trasfondo de lo que la modernidad ha generado en nuestras maternidades. Cada vez más soledad. Hoy, en la vorágine de las redes sociales, podemos volver a encontrarnos virtualmente… pero eso es el comienzo, necesitamos contacto físico, las hormonas del embarazo siguen haciendo estragos en mí, necesito un abrazo YA!. Así que tomo mi hermosa humanidad (si, eres hermosa con todas esas redondeces que puede que se vayan, se queden, se transformen… esos pechos llenos de amor líquido, o ya transformados en los pechos de la experiencia del amamantamiento… o quizás iguales, por que no dieron de mamar físicamente, pero se transformaron en un juguete para mi hijx, el mejor de todos!, ese cuerpo nuevo, cargo por varios meses, otro ser humano, ¡¡¡otro ser humano!!! hónralo, eres una maquina perfecta.) llena de amor en el corazón y soledad en los ojos, y me animo a pedirle a esa chica que siempre postea cosas interesantes en el grupo ese de mamas que estoy metida, que si se quiere juntar a un tecito conversado, ahí en esa placita que dice que va, que yo también voy, y pasamos una tarde juntas, con nuestras hijas…y quien sabe, nos acompañaremos al menos una tarde…
Volver a conectarnos entre nosotras es volver a conectarnos con lo sagrado femenino EN nosotras. Nos conectamos y honramos (sabiéndolo o no) nuestro útero, aun cuando no tiene nada de masculino, mas bien es una útera sintiente que se sana con cada palabra contenedora de mis hermanas, con cada tarde de juegos, risas, llantos y mamaderas babeadas y compartidas. Con esa capacidad que tenemos las mujeres de hablar 5 temas a la vez e ir desmarañando los tejidos de la vida, de la crianza, de las relaciones. Tejemos redes de apoyo, mientras deshacemos el «punto cruz» de nuestras propias infancias y maternidades, puerperios, relaciones de pareja (las existentes, las que están en crisis, las que acaban de terminar, las tormentosas… y si pues, es que pasan muchas cosas cuando nos llega la maternidad).
Mirarnos a las caras cada cierto tiempo, nos da la posibilidad de reflejarnos unas a otras, de tomar cosas que aprendo de una de mis amigas, de a veces no resonar con la crianza de una, para así definir mejor mis propios principios, o lo que yo quiero inculcar en mi crianza, o más profundo aún: cómo quiero inculcarlo. Mirar a esa otra yo, haciendo lo mejor que puede con su propia maternidad, me da la posibilidad de honrar lo distinto de mi, honrar a esa otra madre que tiene sus propios fantasmas, sus dolores, aventuras, todo en ella. La tribu nos aporta tolerancia, empatía y nos ayuda a liberarnos del juicio y prejuicio con nuestro propio clan. Y las que somos mujeres sabemos que entre nosotras, nos hace falta más cooperación y menos competencia. El juicio nos separa, aún cuando a veces es difícil carecer de el, más que sentirnos mal por tenerlo, hagamos algo con eso. Preguntémonos «como me afecta a mi, que ella materne de éste o éste modo?» La respuesta nunca está afuera, la responsabilidad no es externa, es siempre interna. Y ni hablemos de las culpas, que ellas no nos sirven de nada!
La culpa limita, la responsabilidad empodera. Cambiemos el lenguaje, cambiemos cómo nos referimos a nuestras responsabilidades, y estaremos creando una realidad distinta.
Indagarnos y sanar eso que me cuesta ver del otro, ESO es lo que hará que la relación conmigo misma se fortalezca, y que la relación con esa otra yo, igual a mi, igual de merecedora de lo bello de la vida, pueda ser distinta, pueda ser una relación enriquecedora. Más allá de si generamos amistad o no, nos podemos enriquecer ambas igual.
Las personas siempre haremos lo que nos dicte nuestra COHERENCIA INTERNA. Si he sido criada desde el mandato de «los adultos tienen la razón, los niños deben acatar» entonces tendrá total sentido para mi, al convertirme en madre, actuar de acuerdo a esos decretos, sean conscientes o inconscientes, he ahí gran parte del aprendizaje. Si es cuestionable o no, ese es OTRO tema (para otro tipo de artículo), el punto es que es coherente para ella. Ya que aquí, el acento está y siempre ha estado, en fraternar y crecer maternando en tribu. Cuando estamos en tribu, esa madre puede que vea eso en algún minuto, lo comente o no, lo quiera trabajar en profundidad, lo niegue, le duela, o se entrampe a ratos… sin embargo, estar en un círculo de mujeres madres nos transforma, nos hace tarde o temprano, ver nuestras sombras de una manera u otra… si ya la maternidad lo hace, estar en tribu nos lo hace ver con mayor claridad, lo amplifica a través del relato acongojado de una, de la personalidad de la otra, de la relación de pareja de ella que está ahí en la esquina, saludando a su marido que acaba de llegar del trabajo porque es la que puso la casa esta semana para la junta. Sin juicios, sin miradas inquisidoras, está haciendo lo mejor que puede, está queriendo/intentando sanar como puede y al ritmo que puede, aún cuando le tome años. Se está mirando, y eso, es sagrado, intocable… cuidémosla, soy igual a ella. Empatía.
Honrémonos todas, acompañémonos todas, ES TIEMPO YA. Sal a la calle como siempre, pasea con tu/s hijo/s… pero esta vez observa… hay muchas otras TU por ahí, esperando un abrazo, esperando ser contenida entre pares, para tomar aliento y seguir conteniendo a su vez a sus hijos, esperando criar en tribu.